
CRÓNICAS


El fotógrafo del pueblo
Por Marcia Martínez
Estudiante de Comunicación Social
Pontificia Universidad Javeriana
Entre nervios y dicha don Marco Antonio Hernández saca de su habitación bolsas viejas y las lleva a la sala, una a una las coloca sobre la mesa y nos permite visibilizar las pocas fotos que quedaron de una carrera de más de 30 años. Varios viajes hechos dentro del país, rostros que con el paso del tiempo han cambiado o desaparecido y momentos que significaron la vida de otros y, como fotógrafo, también la vida de don Marco.
Si su memoria no le falla fue en 1969 cuando conoció a Noé Herrera, un fotógrafo de Chaparral, en Río Blanco, Tolima; y desde entonces comenzó su aventura a través del lente.
—Él tomó unas dieciocho fotos ¡yo recuerdo tanto!, se las entregó al mismo señor al que se las tomó y a mí me pareció como curiosa la vaina, como bueno el trabajo –dice entre risas– porque de una vez se veía la platica. Entonces le dije al señor que yo quería ejercer la profesión de fotógrafo y me dijo “pues si usted quiere ser fotógrafo, camine conmigo”.
Con una Olympus Trip 35 en sus manos se fue a Santiago Pérez, Tolima, a tomar sus primeras fotos. Con el tiempo, volvió a la vereda Romero en San Andrés de Tello, lugar que lo vio nacer.
–Yo siempre llevaba la cámara, porque la cámara a mí no me faltaba nunca.
Dice mientras sus ojos repasan un álbum e intenta recoger de sus recuerdos la mayor información posible para relatarnos su historia. Feliz, comenta que se dedicó por mucho tiempo a documentar matrimonios, bautizos, días de San Pedro, cumpleaños, funerales, etc. Además, agrega que la policía –cuando había una estación de policía en San Andrés Tello– le pedía fotos para mostrarle a su familia y hasta la misma guerrilla hacía parte de su clientela.
Para el 2000 las personas poco a poco iban teniendo más acceso a la tecnología, permitiéndoles tomar sus propias fotos. Don Marco se vio afectado, tanto que dejó atrás a Olympus, Minolta y Nikon, tres compañeras de experiencia que ya no eran un negocio rentable. Con la mirada llena de recuerdos, don Marco habla de la finca que le heredó su padre y en la cual hasta el día de hoy trabaja produciendo cacao. Un momento después le pregunto si le hace falta tomar fotografías y con un aire emotivo me dice:
—Sí, a uno las cámaras le hacen falta, ¡claro! ¡La cámara es necesaria!
Archivo personal de Marco Antonio Hernández
